domingo, 2 de junio de 2019

Homenaje a Juan Carlos Aragón

Personalmente, cuando se nos fue Juan Carlos no solo sentí que se marchaba el poeta más rebelde y canalla nuestra bendita fiesta, por mi edad, yo que crecí escuchando chiriparsas como Las Ruinas Romanas o Los Yesterday y que me hice un hombre suspirando con Los Condenaos y Los Ángeles Caídos, también sentí que con él se marchitaba una parte esencial de mi ser que, aunque jamás perderé porque está bien grabada a fuego, nunca volverá a ser la misma. Ya no florecerá con la misma intensidad esa ilusión de cada febrero por disfrutar de una nueva letra, de una nueva melodía suya, de una nueva bala directa a las sienes de la conciencia. Esas mariposas que un estreno carnavalero provoca en las tripas de los aficionados más ávidos de coplas ya no revolotearán tan fuerte como antes.

Quisiera compartir con vosotr@s una breve anécdota, absolutamente verídica a pesar del tinte narrativo que envuelve la historia, de algo que me pasó pocos días después de fallecer Juan Carlos. Os doy mi palabra de que este relato onírico y todos los detalles que se describen en él son absolutamente ciertos. La magia de los sueños.

3 noches después de la muerte de Juan Carlos, como si del mismísimo Jesús de Nazaret se tratase, tuve un sueño muy idílico. Yo me encontraba de noche apoyado sobre la balaustrada de la Caleta mirando la inmensidad del mar. De repente, comienzo a sospechar como si alguien se acercase a mí desde lejos. Giro la cabeza hacia mi derecha y atisbo una silueta difuminada que poco a poco se va acercando a mí. Era una nebulosa grisácea y cada vez más antropomorfa conforme se acercaba. Hubo un momento en que llegué a distinguir que aquella figura portaba a su espalda una guitarra a modo de fusil de coplas (luego me percaté que mi subconsciente con esto me estaba recordando a aquel magnífico pasodoble de los Parias que comienza: Ay cada vez que me emborracho…). Cuando a esta silueta apenas le separaban de mí unos pocos metros, le pregunté: ¿Quién eres?, ¿adónde vas?

De repente, esta figura dejó de ser etérea, levantó la mirada del suelo y, sin hablar, me lanzó una media sonrisa canalla. Al instante lo vi claro, era Juan Carlos. A mi pregunta de hacia dónde se dirigía, me respondió con un gesto con la cabeza y que acompañó con la mirada, señalando en dirección al Falla.

En ese mismo momento me desperté del sueño y, todavía de madrugada, me decidí a levantarme de la cama para plasmar esta historia dándole forma de pasodoble. Esta letra está diseñada a base de continuas menciones, más o menos veladas, a su trayectoria carnavalera. Con la música de los Ángeles Caídos, os presento el pasodoble que jamás quise escribir. Gloria eterna al Capitán.



¿Adónde vas peregrino?
Voy caminito del Falla.
Pa que la luna canalla
me acoja como vecino

Y esta guitarra bendita
conmigo cumple condena,
sus cuerdas ya se marchitan
pero es mi fiel compañera.

Mírate en los corazones
de los gaditanos, 
de los andaluces,
del aficionao,
esos que has dejao
llenitos del veneno.

El veneno que se escapa
cuando el pueblo canta
y arden las gargantas
de 'toita' tu chusma
rezando ese credo de los carnavales

Que tu verso es una bala
directa a las sienes.
Los acordes son rehenes
de tu rebeldía.

El poeta de Cai.
Más golfo no lo hay.
El hippy y el romano,
el tinto de verano
de las libertades

El capo más cubano,
el indio americano.
Un ángel desterrao
por haber cantao
mil coplas prohibidas.

Pero aunque estén prohibidas
no dejarán de sonar
porque es lo que da la vida
a los carnavaleros
siempre que llega febrero.
Tu magia ya es inmortal.




                                                         Pasodoble original de 'Los Ángeles Caídos'